El futuro de Venezuela es cada día más incierto, poco prometedor a pesar del optimismo que tengamos todos los venezolanos en salir adelante de esta grave crisis económica y social. En él se cierne las tinieblas de la descomposición ética y moral, la pérdida total de los valores y de las buenas costumbres reinan tes en el país.
Futuro ensombrecido aún más por el auge incontenible de la delincuencia, donde vemos que nuestros niños y jóvenes están incursos en hechos de sangre: asesinatos, atracos, robos, violaciones, tráfico y consumo ilícito de estupefacientes. Registrando la mayoría de los casos un amplio prontuario delictivo que haría palidecer de envidia a la propia Lucrecia Borgia.
Y esto se explica fundamentalmente al daño ir reversible en el desarrollo psíquico e intelectual del niño venezolano sometido al maltrato físico, al abandono, a la falta de amor, al descuido y al abuso sexual; que violenta sus sentimientos, deforma su conciencia y trastorna su personalidad, convirtiéndolo en un delincuente en potencia.
La injusticia y desigualdad social, el hacinamiento, la marginalidad, la ignorancia, la miseria, la desnutrición, la explotación, el incremento de la deserción escolar y el aumento de la mendicidad infantil vienen a agravar aún más la situación del niño venezolano, que es bofetada brutalmente por el gobierno nacional al pisotear le sus derechos, cometiendo un crimen al permitir que millones de niños venezolanos se mueran de hambre, vivan en la indigencia, a la intemperie, en condiciones infra humanas e insalubres.
Debe encararse con decisión, sensibilidad humana, vocación de servicio y voluntad política la problemática de los derechos del niño venezolano por parte de nuestros gobernantes y no quedar plasmados en elocuentes discursos que no dejan de ser simple demagogia y oratoria inútil.
Los dirigentes políticos deben comprometerse y responsabilizarse con nuestros niños para sumar voluntades y tomar decisiones contundentes para erradicar o por lo menos mejorar las condiciones socio-económicas del venezolano y rescatarlo de ese estado de miseria, necesidad, inseguridad, marginalidad que pisotea sus derechos no sólo como ciudadano sino como hombre libre y digno.
Publicado en La Mañana, viernes 13 de Septiembre de 1991.
Futuro ensombrecido aún más por el auge incontenible de la delincuencia, donde vemos que nuestros niños y jóvenes están incursos en hechos de sangre: asesinatos, atracos, robos, violaciones, tráfico y consumo ilícito de estupefacientes. Registrando la mayoría de los casos un amplio prontuario delictivo que haría palidecer de envidia a la propia Lucrecia Borgia.
Y esto se explica fundamentalmente al daño ir reversible en el desarrollo psíquico e intelectual del niño venezolano sometido al maltrato físico, al abandono, a la falta de amor, al descuido y al abuso sexual; que violenta sus sentimientos, deforma su conciencia y trastorna su personalidad, convirtiéndolo en un delincuente en potencia.
La injusticia y desigualdad social, el hacinamiento, la marginalidad, la ignorancia, la miseria, la desnutrición, la explotación, el incremento de la deserción escolar y el aumento de la mendicidad infantil vienen a agravar aún más la situación del niño venezolano, que es bofetada brutalmente por el gobierno nacional al pisotear le sus derechos, cometiendo un crimen al permitir que millones de niños venezolanos se mueran de hambre, vivan en la indigencia, a la intemperie, en condiciones infra humanas e insalubres.
Debe encararse con decisión, sensibilidad humana, vocación de servicio y voluntad política la problemática de los derechos del niño venezolano por parte de nuestros gobernantes y no quedar plasmados en elocuentes discursos que no dejan de ser simple demagogia y oratoria inútil.
Los dirigentes políticos deben comprometerse y responsabilizarse con nuestros niños para sumar voluntades y tomar decisiones contundentes para erradicar o por lo menos mejorar las condiciones socio-económicas del venezolano y rescatarlo de ese estado de miseria, necesidad, inseguridad, marginalidad que pisotea sus derechos no sólo como ciudadano sino como hombre libre y digno.
Publicado en La Mañana, viernes 13 de Septiembre de 1991.
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